El día lunes 13 de febrero, en la cota 1232, Valle del Cenepa, siendo las 08:00 horas, una mañana nublada, reinaba el silencio, 17 combatientes estábamos perdidos en las profundidades de este inhóspito valle; en estas situaciones de peligro por la misma tensión no hay sed ni hambre, 48 horas nos encontrábamos sin rancho, sin medicamentos.
El suscrito y el alferez de caballería Zeus, despues de ciertas coordinaciones, siendo las 09:00 horas, enviamos a tres mensajeros para ubicar al personal disperso y al personal de la Reserva, porque presumíamos que se encontraban en las faldas del cerro. Nombramos tres mensajeros, ellos comenzaron a recorrer por el mismo camino que recorrimos en la tarde anterior, con la finalidad de encontrar al personal bajo el comando del teniente de infantería Edwin Ramírez García "Marcelo" y al personal de la Reserva al mando del capitán de seudonimo "clavo", entre los mensajeros se encontraban los dos soldados que me acompañó en el combate del día anterior.
Los mensajeros partieron y yo me quedé conversando con "Zeus", analizando detalladamente los acontecimientos del día anterior, a manera de comentario le dije lo siguiente: "Ayer el personal de la Compañía “C” bajaba por la trocha pero cuando comenzó el combate retrocedieron hacia la parte alta, deben permanecer cerca al lugar donde ayer me enfrenté a dos soldados ecuatorianos que posiblemente hayan sido francotiradores o vigías, de casualidad pude detectar al personal enemigo, ellos se encontraban con camuflaje especial Guillie o Yowie que es una prenda muy especial parecido a la rama de los árboles, entre las malesas ellos corrieron corta distancia hacia adelante y nos dispararon intensamente en ráfagas de ametralladoras, en el acto nosotros tambien le soltamos rafagas de disparos, despues del breve enfrntamiento que duro mas o menos media hora, me parece ellos han muerto, pues se quedaron en total silencio; cuando finalizó el enfrentamiento acompañado por dos soldados he bajado por el mismo camino guiados por las huellas de cientos de botas de jebe tratando de encontrar a las tropas del capitán Rodrigo; abajo cerca al riachuelo hay muchas prendas y granadas de nuestras tropas que están esparcidas, en el camino hay una prenda camuflada, ¿puedo enviar un par de soldados para recoger todo?", a lo que el oficial me contestó: Dijo “no, puede haber minas”.
Transcurría la mañana, ligeramente soleada, el alferez "Zeus" me decía: "Diego, la tropa de Ecuador está utilizando uniforme camuflado tipo selva y además esos dos soldados ecuatorianos con quienes te enfrentaste ayer seguramente han sido hombres vigía o francotiradores, ellos utilizan camuflajes especiales modelo Guillie para mimetizarse dentro de la vegetación, has tenido la suerte de verlos, porque a estos no se les ve en el monte". En ese momento de la conversación yo sentía cierta desconfianza hacía este oficial muy novato, entre mí decía: "Como venganza en estas situaciones puede atentar contra mi persona, pues cuando estuvimos laborando en la Base Contrasubversiva del distrito de Agua Blanca, provincia de "El Dorado", San Martín, hubo ciertos problemas con el narcotráfico", el Capitán Jefe de la Base, este alférez y un Técnico, habían caído ante la Inspectoría y Fiscalía por estar involucrados y coludidos con los narcotraficantes colombianos y peruanos, yo como testigo a los tres desleales les hundí.
Cuando
nos encontrábamos en una amena conversación, siendo las 10:20 horas, aparecieron los tres mensajeros, solos y muy asustados, al
verlos que se aproximaban sentí amargura, llegaron sudorosos; a quienes inmediatamente
les pregunté: "¿Dónde está la gente?", se limitaron a decirme que no hay nadie, uno
de ellos dijo: "En la subida hemos llegado a la pampa donde ayer en la tarde descansamos y no hay nadie", esa respuesta me preocupó, el oficial también
me miraba preocupado y asustado, pero yo con más tono enérgico, presumiendo que por miedo
me estaban engañando, les dije:
"Ahora pediré cuatro voluntarios con el grado de sargento y ellos
irán, estoy seguro que cumplirán la misión", así fue, pedí cuatro
sargentos voluntarios, ellos inmediatamente dijeron: "¡Presente!,
¡presente!, ¡presente!¨, a quines les envié dándoles las indicaciones precisas del caso,
uno de ellos dijo: "Por esta loma se puede cortar el camino”, a lo que
repliqué: "No, tiene que ser por abajo porque hay mejor abrigo y cubierta",
entonces procedieron a bajar hacía el riachuelo para recorrer por el mismo
camino. Mientras los mensajeros se encontraban dentro del monte buscando a los dispersos, aprovechando esos momentos al oficial "Zeus" le dije: "Mi alférez, creo que después del combate
del día de ayer la mayoría de nuestro personal se ha replegado hacia el
helipuerto ¨Tormenta” cota 1274 ¿ nosotros qué hacemos acá? tenemos que salir,
no se descarta que los “monos” se reorganicen para volver con más fuerza a este
mismo lugar donde por los medios probatorios que hemos encontrado como las granadas, latas de atún y plásticos de galletas, son pruebas que ellos por varios días han permanecido en esta
zona; permanecer con 17 hombres sin rancho y pocas municiones es muy peligroso", a lo que el oficial
me dijo: “Si los mensajeros nuevamente regresan con el resultado negativo, no
hay vuelta que dar, tendré que ordenar la retirada por el mismo lugar que
ingresamos”, obviamente había mucha angustia, entonces le dije al oficial:
¨Ahora el asunto es como salir, que tal si los ”monos” nos han cerrado la
salida y usted dice una retirada por el mismo camino¨; todo eso discutíamos
repetidas veces, cuando alguien de sorpresa dio gritos de: "¡Vienen!, ¡vienen!,
¡vienen! mi alférez", ante el aviso, rápidamente nos pusimos de pie presagiando
de la presencia del enemigo; para suerte nuestra siendo las 11:00 horas
aproximadamente, logramos ver a los primeros hombres de las diferentes
patrullas que se habían agrupado bajo el comando del capitán de Artillería Luís
Alberto Cruz Ruiz, conocido como el seudónimo "Joel", quienes
lentamente bajaban en columnas con un efectivo de 69 combatientes reunidos de
diferentes patrullas dispersos en la tarde anterior, al verlos sentimos inmensa
alegría, ellos cruzaron el riachuelo, siendo uno los primeros en llegar fue el
aludido capitán, quien recibió un saludo efusivo del alférez; la tropa también
ocupó el mismo lugar donde nos encontrábamos, además llegaron el teniente de Infantería
Marco Antonio Morán González, conocido como el seudónimo “Franco”, un alférez
recién egresado de la Escuela Militar de Chorrillos de tez trigueña que le
decían ¨El quijadón”, también llegaron los suboficiales Juan Torres Pascacio
conocido como “Mercurio”, suboficial
Daniel Haro Cayetano, conocido como “Rodolfo”, suboficial Manuel Torres
Castillo, conocido como “Calin”,
suboficial Rudiary Correa Córdova, conocido como “Marco” y otros.
Siendo las 11:15. horas terminó de arribar todo el personal, todos permanecimos sentados al borde del acantilado cerca al riachuelo. Cuando nos juntamos con el personal que bajó con el capitán Cruz en ese grupo también llegó algunos soldados de mi patrulla que se había perdido el día anterior, uno de ellos fue el soldado "Cobra" quien me dijo, "mi suboficial, ayer en la tarde, cuando se inició el combate muchos nos replegamos al lugar donde descansamos, desde ese lugar observamos a muchos hombres con casco de acero y con uniforme camuflado, están detrás de esta loma, estaban cerca de nosotros, no le hemos disparado pensando que eran los Comandos del Ejército peruano". El personal con uniforme camuflado que había visto el soldado "Cobra", con certeza era la tropa del ejército ecuatoriano y se encontraban detrás del pequeño cerro del lado Este, se encontraban muy cerca de nuestra ubicación, con esta información le sugerí al capitán "Joel" para hacer un reconocimiento al cerro del lado Este, antes que ellos ubiquen a sus fusileros y sus morteros de 60 mm. Desde el momento que ocupé la cota 1232 siempre tuve desconfianza hacía el sector del cerro circundante del flaco derecho, ante la negativa de hacer un reconocimiento, como otra alternativa le sugerí al capitán para hacer disparos con el lanzacohetes RPG y con la MAG de igual modo no me hizo caso. Todo el personal en completo desorden, confiados que los ecuatorianos se habían escapado con el rabo entre las piernas, reunidos los 86 combatientes de diferentes Companías y patrullas: 69 hombres del capitán "Joel", 14 hombres del alférez Zeus y 03 hombres de este su humilde servidor; permanecimos sentados en un terreno que había abandonado el enemigo, estábamos a la vista de todos, totalmente desprevenidos.
11:40 horas, finaliza la reunión cerca al acantilado, el capitán Cruz nos ordenó para ocupar el sector en forma circular, a mí me envió hacia el otro extremo, como el capitán al mando dijo: "que los monos se habían escapado con el rabo entre las piernas, confiados en las palabras del oficial, ante un aparente silencio y tranquilidad le ordené al cabo SMO "Django" para que preparé el terreno cerca al acantilado para instalar el equipo de radio de Alta Frecuencia Thomson TRC 340, solo en Rad Sil, cuando estábamos en ese ajetreo de orientar la antena comenzó el ataque de las Tropas de Ecuador.
11:45 horas, en la parte alta del cerro del lado Este, dentro de inmensos árboles se escuchó el sonido característico de disparos de morteros de 60 mm., inmediatamente cayeron los primeros cuatro proyectiles a 12 metros del lugar donde me encontraba, así mismo las ráfagas de fusiles y ametralladoras comenzaron a salir de todas las direcciones, esto originó pánico total en todo el personal. El combate me sorprendió sin fusil y sin la mochila, en ese momento también lleno de pánico me arrinconé al pie de un árbol grueso que se hallaba cerca al acantilado, pero luego dije: "¿Qué hago aquí sin fusil?", entonces decidí correr hasta el otro extremo lugar donde estaba todo mi equipaje y el fusil FAL, mientras las balas del enemigo y de los nuestros cruzaban de un lado a otro, pero los inmensos árboles de todo tipo de grosor nos protegían con total eficacia de los disparos del armamento menor como los fusiles HK y ametralladoras con cartuchos de 5.56 de los ecuatorianos. En esas circunstancias de combate, rápidamente me coloqué la fornitura, la mochila, agarré mi fusil y corrí nuevamente al sector cerca al acantilado, al pie del mismo árbol me quedé parado bien adherido de espalda, pasaban los minutos, el combate se intensificaba con mucho peligro, el personal nuestro como sea resistía, pero yo no pude disparar a las posiciones del enemigo, pues el ataque venía por el sector de mi retaguardia, en esas circunstancia me animé a voltear a la derecha y comencé a dar gritos hacía el cerro del lado Este pensando que por confusión nos enfrentábamos con nuestras propias fuerzas con la gente del Mayor de Infantería Velit Sánchez Luís Enrique, conocido como el mayor “Wily”, dije: ¨ ¡Mayor Wily!, ¡Mayor Wily!, ¡Mayor Wily!,…somos del ejército peruano, no disparen somos del ejército peruano¨, repetidas veces grité, luego me di cuenta que estábamos siendo atacados por las tropas de Ecuador. Los fusiles ecuatorianos de calibre 5.56 mm emitían un sonido de baja intensidad en comparación con los fusiles peruanos FAL de calibre 7.62 mm, que es muy fuerte. Presumo que los soldados ecuatorianos desde las tempranas horas nos habrían visto desprevenidos, con tiempo ubicaron y prepararon bien sus morteros, el tiro les salió perfecto, conocían perfectamente el empleo de los morteros de 60 mm; hasta ocho minutos antes del inicio de combate, todos permanecimos sentados en el sector cerca al acantilado, justamente los morteristas ecuatorianos habían reglado sus tiros a este lugar, lo único que fallaron fue en la demora, porque sus disparos llegaron al mismo sitio, cuando ya nos habíamos dispersado, sino cuántas bajas nos hubiera causado, tal vez para la historia hubiera sido el lunes negro aquel 13 de febrero, de cuantos muertos hubiéramos hablado. Siempre de pie y adherido de espalda al árbol grueso, observé a los oficiales que se encontraban tendidos en el suelo en el mismo lugar de siempre, sin equipo y sin fúsiles en sus manos, no reaccionaron para nada; en el sector del acantilado había como quince hombres de tropa, ellos dentro del pánico disparaban sus fusiles sin disciplina de fuego al otro sector donde también estaba personal peruano, así en viceversa, no había quien dirija, todo fue un desorden total, el enemigo nos sorprendió totalmente desprevenidos por negligencia del capitán Cruz Ruiz.
Me acorde que me habían contado que algunas ametralladoras y fusiles del ejército de Ecuador disparaban emitiendo un sonido tipo “canchita”, entonces al personal de tropa del sector donde me encontraba le ordené dar media vuelta y disparar hacía el cerro: ¨Allá están los “monos”¨- les dije- disparen, disparen¨, les grité, ellos así lo hicieron, dispararon todos en ráfaga, pero solo como acto intimidatorio porque a los "monos" no se les veía, estaban bajo tierra tapados con ramas de arboles, sacaban la cabeza disparaban y luego se ocultaban. Los cuatro morteristas del enemigo continuaron disparando al mismo lugar, fue incontable la cantidad de tiros que llegó al sector del acantilado, gracias a Dios el reglaje original no lo variaron para nada, en ángulo ni dirección, en cada explosión solo se veían inmensas llamaradas de fuego, las esquirlas de una de las granadas de morteros le sacó el hombro derecho y el antebrazo al Sargento 2do Inocente Vásquez, en la parte afectada se veía inmenso hueco y rápidamente comenzó a salir cantidad de sangre, así mortalmente herido caminó con dirección al riachuelo, ayudado por su fusil que le servía como un bastón, dos veces dio vivas al Perú y en seguida pedía perdón por todo lo hecho en su vida a su madre, dijo: “Por mi patria, por el Perú estoy aquí madrecita, perdóname por todo, perdóname, perdóname ¡viva el Perú!, ¡viva el Perú!", luego al ingresar dentro de unas malezas se cayó, pues sus piernas ya no tenían suficientes fuerzas, después de corto agonía expiro.
Viendo la cantidad de heridos que se incrementaba en el transcurso del combate y como no había reacción del personal de oficiales para revertir este mal momento, miré a todo lado buscando mejor abrigo que me permitiera disparar hacia el cerro del sector Este, por ende corrí en la pendiente para ubicarme detrás de un árbol grueso que se encontraba tendido horizontalmente, en esas circunstancias en las inmediaciones cayeron cuatro granadas de morteros, las ondas de la explosión me hicieron volar por el acantilado, rodé varios metros y reaccione inconsciente; al recobrar los sentidos me di cuenta que mi fusil no lo había soltado para nada, al ponerme de pie no recordaba nada, en esa caída la palanca de armar del fusil me fracturó el 5to metacarpiano de la mano izquierda, ingresando también una pequeña astilla de madera en el dorso de la misma mano. En el acto me acomodé la mochila, sonámbulo procedí a subir para ubicarme nuevamente al pie del árbol grueso (ubicación inicial), en ese momento cayeron más granadas de morteros y sentí un golpe como si me hubiera impactado una pedrada en el omóplato (fue un golpe fuerte), luego sentí que me quemaba adentro a la altura de la tetilla izquierdo, el ardor fue tan fuerte, me desesperé, tres o cuatro veces revise mi pecho pero todo estaba bien, entonces coloqué mi mano derecha hacia el omóplato izquierdo llegando a tocar primero la sangre caliente que ya había sobrepasado mis talones, más arriba mi polo estaba roto en forma de zeta donde localicé mediante el tacto un orificio grande por donde había ingresado las esquirlas de granadas de morteros de 60 mm de diversos tamaños, si me hubiera impactado en la columna estaría invalido, si me hubiera impactado en la cabeza hubiera muerto, pero gracias a Dios solamente había perforado una zona blanda del omóplato, que en nada complicó mi curación. El árbol grueso como mudo testigo de dicho acontecimiento me protegió por mas de una hora, cuando se silenciaron los fusiles, viendo que todo estaba perdido, bajé corriendo el acantilado para cruzar el riachuelo con la finalidad de realizar un contra ataque, en instantes cuatro soldado me siguieron, en el sector nuevamente los disparos de la fusilería se reinició con intensidad, obligándome a correr hacia mi flanco izquierdo, escapado de las balas salté a un pozo profundo donde el agua me llegaba hasta la garganta, atrás mío también saltaron cuatro soldados, con ellos estuve metido en el pozo muy asustados y sangrando por un lapso de quince minutos; en esos momentos una bala impactó en una de las piedras que nos protegía, casi a medio metro y se desvió originando un "silbido", ese disparo aún más nos asustó, pensando estar rodeados por el enemigo, por instantes a fin de no delatar mi grado en caso de caer prisionero de guerra intenté arrojar mi cámara fotográfica con su estuche, donde también tenía mil ochocientos nuevos soles (S/1,800.00), carnet de identidad personal (CIP), tres rollos con tomas fotográficas y pilas de repuesto, pero no lo hice, gracias a Dios los minutos pasaron y todo se normalizó. Cuando se terminó los disparos salimos del pozo y reunimos a todos los heridos que podían caminar; hallé entre los arbustos el cadáver del sargento 2do Inocente Nicolás Vásquez Gonzales en posición de cubito ventral y con la cabeza con dirección al riachuelo, sus pies se encontraban enganchados entre las malezas, lo arrastré unos metros abajo a un lugar despejado donde lo dejé en posición horizontal boca arriba, le coloqué su fusil sobre su pecho; mientras me encontraba en estos ajetreos el personal de oficiales y suboficiales permanecían en sus cubiertas y abrigos en la posición de cuerpo a tierra; en el riachuelo reuní al personal de heridos y procedimos la retirada con destino al "Helipuerto Tormenta" cota 1274, los heridos en total sumaban 27 entre clases y soldados en su mayoría afectados por las esquirlas de granadas.
Recuerdo que mi brazo izquierdo estaba "muerto" y comencé a sentir fuerte dolor en mi axila del mismo lado, comenzamos el repliegue ayudándonos unos a otros, en la subida hemos “rampado”, de pozo en pozo para ocultarnos de la vista y fuego del enemigo, pero aun así los "monos" nos dispararon por 10 minutos aproximadamente a lo que el personal estando herido les respondió con decisión y valor; no sabíamos si la retirada era buena, pero nosotros seguíamos saliendo, por el esfuerzo que hacia la sangre me seguía saliendo, instantes que cuando padecía para subir de un pozo un soldado me dice "mi suboficial le ayudo con llevar su fusil", se la entregué, pero cuando llegamos a la parte alta lugar donde se encontraba el teniente "Marcelo" me dice: "mi suboficial me olvidé su fusil abajo cerca a un pozo", entre mi dije ¿ahora, que hago sin fusil?, yo no sabía donde lo había dejado, cuando le dije para que me guie para regresar, el soldado se armó de valor y me dijo: "Mi suboficial yo soy el responsable y se fue corriendo y lo trajo, sin novedad", pero de todas maneras me asusté. Saliendo desde la zona de combate hasta el lugar donde se encontraba el teniente Edwin Ramírez García, es una ligera subida por donde baja un riachuelo que presenta pozos profundos de manera escalonado, en ese trayecto encontramos una camisa camuflada ensangrentada, un chaleco verde de buena calidad, una cinta de ametralladora de calibre 5.56 mm, tres cacerinas de plástico y otros objetos más abandonados por las tropas del ejército ecuatoriano; la tropa nuestra no lo desperdició, se lo llevaron como recuerdo, mientras yo no le di la debida importancia, el personal de tropa se lo llevó el chaleco, un poncho camuflado, la cinta de la ametralladora de pedazo en pedazo se repartieron.
Saliendo de la zona de peligro, pasamos por el mismo lugar donde me había enfrentado con los “monos con su traje y/o camuflaje Guillie en la tarde anterior, unos metros más arriba le encontré al Teniente de Infantería Edwin Ramírez García (Marcelo) y un suboficial enfermero, quien apenas tenía su bolsón de primeros auxilios con pocos medicamentos, el enfermero al ver a tantos heridos no supo ni que hacer, la tropa en su mayoría se quejaba de mucho dolor, solo unos cuantos recibieron atención de emergencia, en ese momento el teniente me dijo: “Diego, ya estas jodido, como el más antiguo procede a sacar a todos los heridos con destino al PCA ubicado en el helipuerto Tormenta”, se contó en total 27 heridos de Tropa los mismos que presentaban diversas heridas en el cuerpo por esquirlas de granadas de morteros, pero después los heridos se incrementaron aún más, inclusive el suboficial de 1ra enfermero militar Juan Torres Pascasio, conocido con el seudónimo de “Mercurio” había recibido un balazo en la pierna, a él lo sacaron con mucha dificultad; este suboficial actualmente se encuentra en el Cuerpo General de Inválidos del Ejército, (CGI).
A mi retorno, estando en el Puesto de Vigilancia N° 1 al ver que algunos tenían sus recuerdos de Guerra, recién se me prendió el "foco", en ese momento entre mi dije, como recuerdo algo tengo que llevar de las tropas de Ecuado; por ende, caminado entre la tropa por ahí conseguí un poncho de jebe camuflado, una pequeña cinta de ametralladora de calibre 5.56, cuerdas y otros, ya estando en el cuartel "El Milagros" de la 5ta División de infantería de Selva en Bagua, viendo que un sargento del Batallón de Comandos "Comandante Espinar" N° 19 había traído un chaleco de la tropa de Ecuador, en ese momento después de observarlo detenidamente me lo acerqué y le dije "yo he dejado un chaleco idéntico en las inmediaciones del riachuelo en la cota 1232, lamento haberlo dejado, la que tienes véndamelo para tenerlo como recuerdo", el sargento que se encontraba sin plata en el acto me lo vendió, ese chaleco lo tengo hasta la fecha. En el Helipuerto Tormenta cota 1274, en la tarde que llegué con los heridos encontré por el sector (hueco) donde almacenaban los fusiles del personal fuera de combate cogí la bandera (pabellón nacional) y me lo llevé metido en mi polaca, hoy está en mi poder.
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