AUDIO ALTO CENEPA 1995

jueves, 11 de enero de 2018

COTA 1232 VALLE DEL ALTO CENEPA AMAZONAS LUGAR DONDE CASI PERDÍ LA VIDA 13 DE FEBRERO 1995

El día domingo 12 de febrero de 1995, siendo las 09:00 horas, era una mañana que bajo los rayos del sol las voces de mando de los superiores se escuchaban por todo lado, a lo lejos la nube que apenas cubría altivas montañas y colinas se alejaba, y el manto verde comenzó abrir el camino en las sinuosas trochas, momentos que en la cota 1274 conocido también como el "Helipuerto Tormenta" bajo el desgastado uniforme en el mundo interno de los soldados comenzó a escribirse la historia de valor y moral.

360 hombres del Batallón Contrasubversivo N° 28 de Rioja, formó con sus fusiles FAL muy anticuado, no hay armas nuevas por la dejadez e indiferencia de los políticos, aquel día no hubo rancho para nadie. La misión es entrar en combate contra las tropas invasoras de Ecuador de cantidad no precisado que se encuentran a la defensiva en la cota 1232 en el Valle del Cenepa. Siendo las 09:30 horas los hombres en punta comenzaron a bajar lentamente por una trocha muy angosta y sinuosa que nos presentaba todo tipo de obstáculos, nuestro destino fue la cota 1232 próximo a la Falsa Tiwinza, de acuerdo a la decisión tomada por el señor Teniente Coronel de infantería Julio Celestino Chaparro Beraun, la Companía "A" de 120 hombres al mando del capitán de caballería Luis Guillermo Gonzales Morales, que en aquellos tiempos lo conocíamos con el seudónimo "Rodrigo" se desplazó a la retaguardia de los hombre en punta; seguido por la Companía "C" de 120 hombres al  mando del Teniente de infantería Edwin Ramírez García conocido con el seudónimo "Marcelo" y cerró la columna la Companía "B" de 120 hombres (Reserva) al mando del capitán de seudónimo "Clavo" y teniente de Comunicaciones Javier Alba conocido como el "teniente Marte". Siendo las 16:20 horas en la referida cota nos emboscó el personal de la Brigada de Fuerzas Especiales N° 9 "Patria" de Ecuador, el combate duró 45 minutos, resultado de este enfrentamiento hubo seis soldados heridos por esquirlas de granadas de morteros. El personal ecuatoriano siempre se encontraba a la defensiva, bien camuflados bajo tierra dentro de la densa vegetación, aquella tarde en silencio dejaron pasar al personal peruano hasta que ingresaron al terreno dominado por ellos y cuando vieron que todo estaba a su favor atacaron al personal del capitán Luis Guillermo Gonzales, pero ante la reacción del personal peruano, las tropas ecuatorianas escaparon y abandonaron por completo la cota 1232.

Cuando se inició el combate, el personal de algunas patrullas de la Companía "C" corrieron hacia adelante para apoyar a la compañía “A”, mientras otros también corrieron hacia atrás replegándose a la parte alta, la companía "B" que se encontraba como la reserva al mando del capitán con seudónimo "Clavo" también permaneció atrás, no participó en el combate de aquella tarde porque el tipo de terreno no lo permitía, de esta manera las tres compañías se dividieron, dejando solo a la Primera Companía enganchado con el enemigo. Dentro de la densa vegetación de inmensos árboles es difícil observar más allá de 20 a 30 metros, hecho que no me permitió percatarme cuando el personal de tropa bajo mi comando había retrocedido, replegándose a la parte alta de mi retaguardia. Cuando escuché el primer disparo me quedé en el mismo sitio con dos soldados de la patrulla que me antecedía, dicho personal pertenecía a la Companía del capitán “Rodrigo”, los tres permanecimos en el mismo lugar en la posición de tirador tendido, en esas circunstancias detecté en el sector del lado Oeste de mi ubicación a una distancia de 150 metros aproximadamente, en una pendiente pronunciada cubierto de poca vegetación a dos hombres utilizando el camuflaje tipo Guillie o Yowie que es una prenda especial para camuflarse entre los árboles que normalmente es utilizado por franco tiradores de las Fuerzas Especiales, estos combatientes se movieron rápidamente de atrás hacia adelante, quienes se ubicaron detrás de dos árboles caídos de gran grosor cubierto de malezas de mediana altura, luego por las circunstancia del combate me descuidé de ellos. Los minutos avanzaban, el momento era muy tenso; más abajo, dentro del monte, se intensificó el combate, había disparos de fusiles, morteros y lanza cohetes RPG por todo lado; el sector donde permanecí en la posición de tirador tendido acompañado por dos soldados se mantuvo en total silencio, en ese momento sospechando de la presencia de posibles franco tiradores emboscados del enemigo decidí disparar en ráfaga a la ubicación de los hombres con camuflaje Guillie; pero de sorpresa, como si fuera un fantasma, por mi retaguardia apareció un individuo desconocido y se interpuso cogiéndome el hombro derecho, siento una mano por la espalda, quien me susurra cerca al oído, me dice: “no dispares hay que bajar para reforzar a Rodrigo”, en el acto volteo y el individuo no se deja ver la cara, su uniforme es como el mío, luego, corrió por la bajada, entre árboles, en cuestión de segundos como el viento desapareció por las inmediaciones del riachuelo, vestía el mismo uniforme de los soldados del Perú; no sé si fue un fantasma o una persona real, pero más pienso que fue el fantasma de los soldados por fallecer o de los fallecidos; los fantasmas existen, cuando tenía la edad de seis años se me presentó, durante el patrullaje en Urpay, Pataz también se me presentó en el año de 1993, estos seres en los tres casos me han salvado de la muerte.

Los combatientes con camuflaje Guillie que los detecté en mi flanco izquierdo (lado Oeste) habían sido dos francotiradores de las tropas de Ecuador, ellos también habían detectado mi presencia y de los soldados que se encontraban más abajo de mi ubicación; ergo, los ecuatorianos comenzaron a disparar en ráfagas a la ubicación nuestra, en ese momento las balas caían a centímetros de mi ubicación, levantaban tierra por todo lado y hacían pedazos a los troncos en las inmediaciones de mi posición, si no es por la protección del tronco grueso del árbol, con seguridad perdía la vida, ya no había tiempo para pensar; yo llevé un fusil FAL con dos cacerinas piezadas, ambos contenían 40 cartuchos, el fusil siempre la mantuve cargada con el selector de tiro en (R), la pasé a la posición (A); de igual modo le solté una ráfaga de 40 disparos, los dos soldados que estaban a unos metros más abajo también dispararon en ráfagas a ese mismo objetivo, el intercambio de disparos fue espectacular, jamás imaginé vivir esos momentos tan cruciales como aquella tarde. Después de intensos disparos en ráfaga de ambas fuerzas, entramos en silencio, circunstancias que decidí cambiar de abrigo (en termino militar, el abrigo es el terreno que te protege de la vista y del fuego enemigo); ergo, sintiéndome inseguro en el lugar donde me encontraba decidí salir hacia atrás para ubicarme detrás de un pequeño morro; corrí a dicho lugar, donde al sobrepasar un montículo caí en un pantano en forma de pozo profundo cubierto de pasto verde que me confundió por aparentar como si fuera un terreno firme y casi me oculta, me arrastré totalmente asustado y salí mojado cubierto de barro negro, así logré ubicarme entre el morro y un tronco grueso, allí me quedé muy pensativo y totalmente asustado, procedí a cambiar la cacerina, nuevamente disparé al mismo sector, pero esta vez solamente en la posición de tiro por tiro “R”, así permanecimos aproximadamente media hora, los tiros iban y venían para extinguirse a medida que pasaban los minutos. Al no tener respuesta a nuestros disparos, quedamos en completo silencio, los "monos" también permanecieron en total silencio, quién sabe tal vez murieron o simplemente ya no quisieron responder, por precaución permanecimos en el mismo lugar en completo silencio siempre en posición de tirador tendido. Mientras más al fondo el grueso de ambas fuerzas que habían mostrado la potencia de sus armas de fuego también comenzaron a disminuir los disparos, de los nuestros lo que más recuerdo es el tiro ensordecedor de los lanzacohetes ruso RPG, el impacto de las granadas de este arma sacudía todo el cerro produciendo un ruido fuerte que originaba inmenso eco entre los cerros circundantes cubierto de árboles. Estando aun en la posición de tirador tendido le pregunté a los dos soldados, diciendo: "¿Dónde está la gente?" uno de ellos me dijo: “Todos están abajo con el capitán Rodrigo”; por ende, en el acto nos levantamos y corrimos en bajada 200 metros de largo, ingresamos a un callejón (entre dos pequeñas elevaciones) por donde también baja un riachuelo, descendimos por un camino que ya no era trocha, este era un camino afirmado y antiguo por donde siempre habrían transitado las patrullas, en las inmediaciones habían inmensas piedras que nos ocultaban muy bien de la vista y del fuego enemigo, este riachuelo en bajada cada cierto tramo mostraba pozos profundos. Avanzando siempre por el mismo camino, en el trayecto encontramos prendas y granadas abandonadas que pertenecían a nuestras tropas, esparcidas en las inmediaciones, había mochilas con todo su contenido, gorras, pasamontañas, granadas de fusil y cacerinas, etc. Junto a un pozo, al pie de una piedra encontramos también prendas camufladas de un soldado ecuatoriano. Tanto las tropas peruanas como las ecuatorianas en el fragor del combate dejaron muchas prendas, partes del equipo, cacerinas y granadas.

Aquella tarde, finalizado el combate las tres Companías de fusileros del Batallón Contrasubversivo N° 28 de Rioja se dispersaron, quedamos totalmente divididos, la mayoría de las patrullas utilizando otra trocha habían retornado al PC ubicado en la cota 1274 "Helipuerto Tormenta", algunos quedaron perdidos en las inmediaciones del lugar donde ocurrió la emboscada; en esos momentos de peligro yo permanecí perdido acompañado por dos soldados que no eran de mi patrulla, todo era un silencio sepulcral, con ellos caminé dentro de la trocha pantanosa con dirección Norte un aproximado de 700 metros de distancia, solamente se veía inmensos árboles por todo lado, siempre en bajada ingresamos a un callejón barroso y logré ver un rio, este habría sido el río Cenepa, sin querer queriendo casi llegamos hasta la puerta del principal "fortín" de las tropas ecuatorianas; no medí el peligro y los dos soldados también calladitos me siguieron, nada me sugirieron, nos salvamos de la muerte o de ser tomados prisioneros de guerra; pero gracias a Dios reaccioné, en el acto dimos la media vuelta, procedimos a regresar por la misma trocha, en esas circunstancias cuando ya se oscurecía de casualidad levanté la mirada hacía mi flanco derecho y logré ver a un grupo de soldados, quienes con mucha dificultad subían por una pendiente barroso, viéndolos sentimos inmensa alegría, a ellos le reconocimos por el color del uniforme, pasamos el riachuelo y  procedimos a subir por el mismo lugar guiados por las huellas de botas de jebe de ellos, pues había mucho miedo a las minas antipersonal sembrado en la mayoría de las trochas por las tropas de Ecuador. Llegando a la parte alta le encontré sentado y muy preocupado al alférez de caballería Froilán Mesías Marino, conocido con el seudónimo “Zeus”, quien también se encontraba perdido con 13 hombres de su patrulla, me junté con él y aquella noche pernoctamos en la cota 1232, abandonado recientemente por las tropas del ejército enemigo, donde habían dejado trampas con granadas fabricado en Rusia en el año de 1977, es un artefacto que tiene la forma de una pequeña papaya verde, en el lugar también se halló latas de atún en cantidad y plásticos de galletas consumidos por las tropas de Ecuador.

El alférez Zeus, en el acto me preguntó "¿Diego, donde está la gente del capitán Rodrigo, donde está la gente del teniente Marcelo?”, mi respuesta fue: "Por seguir los pasos de la gente del capitán Rodrigo, guiado por las huellas de su patrulla también me he perdido, abajo hemos llegado cerca de un rio, presumo que será el río Cenepa y como no hay nadie optamos por regresar, gracias a Dios he logrado ubicarte, ahora por lo menos ya somos 17 combatientes", estábamos perdidos, sin medio de comunicaciones, sin rancho, sin medicamentos. Con este oficial de caballería novato laboré durante cinco (05) meses consecutivos, desde el mes de junio al mes de octubre de 1994 en la Base Contrasubversivo del distrito de Agua Blanca, provincia de "El Dorado", San Martín, varias veces habíamos patrullado juntos en el sector de Mina de Sal (cerro al sur del distrito de Agua Blanca), distrito de Rejis, San Francisco, Saposoa, Santa Rosa, Fausa Lamista, Fausa Sapina, Bellavista, Alto Saposoa, etc.

En la cota 1232, Valle del Cenepa, siendo las 19:30 horas la oscuridad era total, en esas circunstancias el alférez "Zeus" me ordenó para ubicar a la tropa en parejas a 50 metros a la redonda, a lo que me negué por la  intensa oscuridad, el oficial me dijo: "A mi déjame con dos hombres y con el resto vete hacía atrás", pues bien, no me moví para nada aduciendo que caminar en la noche en un terreno abandonado recientemente por el enemigo era muy peligroso, le dije: "no puedo arriesgar la vida de la tropa", concluí replicando su orden; entonces el oficial se quedó callado, quien después de algunos minutos de silencio se quedó dormido profundamente, en esos momentos yo cogí mi puñal y entre dos troncos de árboles de gran grosor abrí una zanja, tendí ramas y el plástico azul que me regaló una señora en el caserío de Imazita en Mesones Muro Amazonas el 7 de febrero de 1995, mi uniforme estaba totalmente húmeda, los borceguíes y las medias también, así me acomodé en la pequeña zanja, todos se quedaron dormidos; en las inmediaciones también la tropa comenzó a roncar; profundamente dormidos algunos soldados hablaban y otros gritaban por la constante pesadilla, a más de tres les escuché que gritaban dormidos casi toda la noche; mientras yo permanecí despierto casi toda la noche cavilando sobre mi vida, todo pasaba por mi mente, todos mis recuerdos desde mi niñez hasta esos instantes, como si fuera una serie de imágenes fotográficas, todo mi pasado se proyectaba con total claridad en mi cerebro, en esa noche pensé constantemente en mi hermano Augusto Epifanio que había desaparecido en el mes de setiembre de 1991 en el distrito de Congas, provincia de Ocros, en el departamento de Ancash; pensaba también en mis padres y hermanos, pensaba en el último baile en una de las discotecas de Yurimaguas el domingo 5 de febrero, al final reiteradas veces me pregunté en el silencio de la noche: "¿Qué hago en este lugar dónde mi vida peligra?, si bien es cierto que en ese momento como soldado tenía el deber y la obligación moral de defender la soberanía del Perú, pero como humano al verme perdido con pocos compañeros, sin rancho, sin medios de comunicaciones, sin medicamentos, creo que cualquiera no se sentiría feliz.

Aquella noche más que nunca pensé en Cristo y en mis difuntos; en la madrugada mediante el sueño presagié todo lo relacionado al combate del día lunes 13 de febrero. En la madrugada como a las 03:00 horas me quedé dormido profundamente, “soñé que me cubría una inmensa oscuridad partido por el medio por unos rayos de luz brillante, pero luego la oscuridad se alejaba lentamente y había más luz, veía al personal de Tropa transpirar aceite negro, mientras a mí me caían gotas de lluvia negra”. Siendo las seis de la mañana del inolvidable día 13, una mañana media nublada, me desperté muy asustado, me senté y me quedé pensando largo rato, ya sabía que algo malo nos sucedería en el transcurso del día, pero tenía la confianza que el peligro se superaría por gracia de Dios; con ese pensamiento puesto en la cabeza me puse de pie, con el mismo uniforme y sin rancho. Reinicie nuevamente la conversación con el alférez de caballería ¨Zeus¨, dando la iniciativa le dije: "Mi alférez, ayer el personal de la Compañía “C” al mando del teniente de infantería "Marcelo" se quedó arriba aproximadamente a 800 metros, voy a ir con un par de mensajeros para ubicarlos, enseguida retornamos"; pero este oficial se puso a pensar algunos segundos y me dijo: “No”, como oficial subalterno sin experiencia, sentía mucho miedo y además no tenía iniciativa para organizar al personal de tropa para actuar en este tipo de situaciones frente al enemigo.

En el mismo lugar, cota 1232, el día lunes 13 de febrero, siendo las 08:00 horas, una mañana nublada, reinaba el silencio, 17 combatientes estábamos perdidos en las profundidades del Valle del Cenepa; muy preocupados enviamos tres mensajeros para ubicar al personal de la Reserva, porque presumíamos que se encontraban en las faldas del cerro. Los mensajeros comenzaron a recorrer por el mismo camino que recorrimos en la tarde anterior, con la finalidad de encontrar al personal bajo el comando del teniente de infantería Ramírez García Edwin con seudónimo "Marcelo" y al personal de la Reserva, entre los mensajeros se encontraban los dos soldados que me acompañó en el combate del día anterior, mientras yo me quedé conversando con el alférez de caballería “Zeus”, narrando detalladamente los acontecimientos del día anterior, a manera de comentario le dije: "Ayer  el personal de la Compañía “C” bajaba por la trocha pero cuando comenzó el combate retrocedieron hacia la parte alta, deben permanecer cerca al lugar donde ayer me enfrenté a dos soldados ecuatorianos que posiblemente hayan sido francotiradores o vigías, ellos se encontraban cubiertos con camuflajes especiales Guillie o Yowie que es una prenda muy especial para camuflarse entre los árboles, este personal se movió rápidamente de atrás hacia adelante y nos dispararon intensamente ráfagas de ametralladoras, pero me parece que han muerto pues durante el intercambio de fusilerías se quedaron en silencio total, enseguida hemos bajado tratando de encontrar a las tropas del capitán Rodrigo, abajo cerca al riachuelo hay muchas prendas y granadas de nuestras tropas que están esparcidas en el camino, además hay una prenda camuflada, le dije ¿puedo enviar a un par de soldados para recoger todo?" a lo que el oficial me contestó: Dijo “no, puede haber minas”, así transcurría la mañana, ligeramente soleada, el oficial me decía: “Diego, la tropa de Ecuador está utilizando uniforme camuflado tipo selva y además esos dos soldados ecuatorianos con quienes te enfrentaste ayer seguramente han sido hombres vigía o francotiradores, ellos utilizan camuflajes especiales modelo Guillie para mimetizarse, has tenido la suerte de verlos, porque a estos no se les ve en el monte”. En ese momento yo sentía cierta desconfianza hacía este oficial muy novato, entre mí decía: ¨Como venganza en estas situaciones puede atentar contra mi persona, pues cuando estuvimos en la Base Contrasubversiva del distrito de Agua Blanca, provincia de "El Dorado", departamento de San Martín, hubo ciertos problemas con el narcotráfico¨, el Capitán Jefe de la Base, este alférez y un Técnico, habían caído ante la Inspectoría y Fiscalía por estar involucrados y coludidos con los narcotraficantes colombianos y peruanos, yo como testigo a los tres desleales les hundí.

Cuando nos encontrábamos en una amena conversación siendo las 10:20 horas, repentinamente aparecieron los tres mensajeros, solos y muy asustados, al verlos que se aproximaban sentí amargura, llegaron sudorosos; inmediatamente les dije: ¨¿Dónde está la gente?¨, se limitaron a decirme que no hay nadie, uno de ellos dijo: "Hemos subido hasta llegar a la pampa donde ayer descansamos y no hay nadie", esa respuesta me preocupó, el oficial también me miraba preocupado, pero yo con más tono enérgico, presumiendo que por miedo me estaban engañando, les dije:  "Ahora pediré cuatro voluntarios con el grado de sargento y ellos irán, estoy seguro que cumplirán la misión", así fue, pedí cuatro sargentos voluntarios, ellos inmediatamente dijeron: "¡Presente!, ¡presente!, ¡presente!¨, les envié dándoles las indicaciones precisas del caso, uno de ellos dijo: “Por esta loma se puede cortar el camino”, a lo que repliqué: ¨No, tiene que ser por abajo porque hay mejor abrigo y cubierta¨, entonces procedieron a bajar hacía el riachuelo para recorrer por el mismo camino. Al oficial ¨Zeus¨ le dije: ¨Mi alférez, creo que después del combate del día de ayer la mayoría de nuestro personal se ha replegado hacia el helipuerto ¨Tormenta” cota 1274 ¿ nosotros qué hacemos acá? tenemos que salir, no se descarta que los “monos” se reorganicen para volver con más fuerza a este mismo lugar donde por las granadas, latas de atún y plásticos de galletas que hemos encontrado son pruebas que ellos por varios días han permanecido en esta zona, con 17 hombres permanecer así es muy peligroso", a lo que el oficial me dijo: “Si los mensajeros nuevamente regresan con el resultado negativo, no hay vuelta que dar, tendré que ordenar la retirada por el mismo lugar que ingresamos”, obviamente había mucha angustia, entonces le dije al oficial: ¨Ahora el asunto es como salir, que tal si los ”monos” nos han cerrado la salida y usted dice una retirada por el mismo camino¨; todo eso discutíamos repetidas veces, cuando alguien de sorpresa dio gritos de: ¨¡Vienen!, ¡vienen!, ¡vienen! mi alférez¨, ante el aviso, rápidamente nos pusimos de pie presagiando de la presencia del enemigo; para suerte nuestra siendo las 11:00 horas aproximadamente, logramos ver a los primeros hombres de las diferentes patrullas que se habían agrupado bajo el comando del capitán de Artillería Luís Alberto Cruz Ruiz, conocido como el seudónimo "Joel", quienes lentamente bajaban en columnas con un efectivo de 69 combatientes reunidos de diferentes patrullas dispersos en la tarde anterior, al verlos sentimos inmensa alegría, ellos cruzaron el riachuelo, siendo uno los primeros en llegar fue el aludido capitán, quien recibió un saludo efusivo del alférez; la tropa también ocupó el mismo lugar donde nos encontrábamos, además llegaron el teniente de Infantería Marco Antonio Morán González, conocido como el seudónimo “Franco”, un alférez recién egresado de la Escuela Militar de Chorrillos de tez trigueña que le decían ¨El quijadón”, también llegaron los suboficiales Juan Torres Pascacio conocido como  “Mercurio”, suboficial Daniel Haro Cayetano, conocido como “Rodolfo”, suboficial Manuel Torres Castillo, conocido como  “Calin”, suboficial Rudiary Correa Córdova, conocido como  “Marco” y otros.

Siendo las 11:15 horas terminó de arribar todo el personal, todos permanecimos sentados al borde del acantilado cerca al riachuelo. Cuando nos juntamos con el personal que bajó con el capitán Cruz en ese grupo también llegó algunos soldados de mi patrulla que se había perdido el día anterior, uno de ellos fue el soldado "Cobra" quien me dijo, "mi suboficial, ayer en la tarde, cuando se inició el combate muchos nos replegamos al lugar donde descansamos, desde ese lugar observamos a muchos hombres con casco de acero y con uniforme camuflado, están detrás de esta loma, estaban cerca de nosotros, no le hemos disparado pensando que eran los Comandos del Ejército peruano". El personal con uniforme camuflado que había visto el soldado "Cobra", con certeza era la tropa del ejército ecuatoriano y se encontraban detrás del pequeño cerro del lado Este, se encontraban muy cerca de nuestra ubicación, con esta información le sugerí al capitán "Joel" para hacer un reconocimiento al cerro del lado Este, presumo que en esos momentos ellos habrían estado colocando sus morteros; desde el momento que ocupé la cota 1232 siempre tuve total desconfianza hacía el sector del cerro circundante del flaco derecho, les sugerí al capitán para hacer un disparo con el lanzacohetes RPG y con la MAG de igual modo no me hicieron caso. En completo desorden, confiados que los ecuatorianos se habían escapado con el rabo entre las piernas, reunidos los 86 combatientes de diferentes Companías y patrullas: 69 hombres del capitán "Joel", 14 hombres del alférez Zeus y 03 hombres de este su humilde servidor; permanecimos sentados en un terreno que había abandonado el enemigo, estábamos a la vista de todos, totalmente desprevenidos, inclusive hubo personal que se estaba quitando las prendas para darse un baño en el riachuelo, otros se encontraba descansando balo los troncos, en esas condiciones nos agarró el enemigo el 13 de febrero. 

El día lunes 13 de febrero en la cota 1232, siendo las 08:00 horas, una mañana nublada, reinaba el silencio, 17 combatientes sin rancho estábamos perdidos en las profundidades del Valle del Cenepa; muy preocupados enviamos a tres mensajeros para ubicar al personal de la Reserva, porque presumíamos que se encontraban en las faldas del cerro. Los tres mensajeros comenzaron a recorrer por el mismo camino que recorrimos en la tarde anterior, con la finalidad de encontrar al personal bajo el comando del teniente de infantería Ramírez García Edwin "Marcelo" y al personal de la Reserva, entre los mensajeros se encontraban los dos soldados que me acompañó en el combate del día anterior, mientras yo me quedé conversando con el alférez de caballería “Zeus”, narrando detalladamente los acontecimientos del día anterior, a manera de comentario le dije: "Ayer  el personal de la Compañía “C” bajaba por la trocha pero cuando comenzó el combate retrocedieron hacia la parte alta, deben permanecer cerca al lugar donde ayer me enfrenté a dos soldados ecuatorianos que posiblemente hayan sido francotiradores o vigías, ellos se encontraban cubiertos con camuflajes especiales Guillie o Yowie que es una prenda muy especial para camuflarse entre los árboles, este personal se movió rápidamente de atrás hacia adelante y nos dispararon intensamente ráfagas de ametralladoras, pero me parece que han muerto pues durante el intercambio de fusilerías se quedaron en silencio total, enseguida hemos bajado tratando de encontrar a las tropas del capitán Rodrigo, abajo cerca al riachuelo hay muchas prendas y granadas de nuestras tropas que están esparcidas en el camino, además hay una prenda camuflada, le dije ¿puedo enviar a un par de soldados para recoger todo?" a lo que el oficial me contestó: Dijo “no, puede haber minas”, así transcurría la mañana, ligeramente soleada, el oficial me decía: “Diego, la tropa de Ecuador está utilizando uniforme camuflado tipo selva y además esos dos soldados ecuatorianos con quienes te enfrentaste ayer seguramente han sido hombres vigía o francotiradores, ellos utilizan camuflajes especiales modelo Guillie para mimetizarse, has tenido la suerte de verlos, porque a estos no se les ve en el monte”. En ese momento yo sentía cierta desconfianza hacía este oficial muy novato, entre mí decía: "Como venganza en estas situaciones puede atentar contra mi persona, pues cuando estuvimos en la Base Contrasubversiva del distrito de Agua Blanca, provincia de "El Dorado", San Martín, hubo ciertos problemas con el narcotráfico¨, el Capitán Jefe de la Base, este alférez y un Técnico, habían caído ante la Inspectoría y Fiscalía por estar involucrados y coludidos con los narcotraficantes colombianos y peruanos, yo como testigo a los tres desleales les hundí.

Cuando nos encontrábamos en una amena conversación siendo las 10:20 horas, repentinamente aparecieron los tres mensajeros, solos y muy asustados, al verlos que se aproximaban sentí amargura, llegaron sudorosos; inmediatamente les dije: "¿Dónde está la gente?", se limitaron a decirme que no hay nadie, uno de ellos dijo: "Hemos subido hasta llegar a la pampa donde ayer descansamos y no hay nadie", esa respuesta me preocupó, el oficial también me miraba preocupado, pero yo con más tono enérgico, presumiendo que por miedo me estaban engañando, les dije:  "Ahora pediré cuatro voluntarios con el grado de sargento y ellos irán, estoy seguro que cumplirán la misión", así fue, pedí cuatro sargentos voluntarios, ellos inmediatamente dijeron: "¡Presente!, ¡presente!, ¡presente!¨, les envié dándoles las indicaciones precisas del caso, uno de ellos dijo: “Por esta loma se puede cortar el camino”, a lo que repliqué: "No, tiene que ser por abajo porque hay mejor abrigo y cubierta", entonces procedieron a bajar hacía el riachuelo para recorrer por el mismo camino. Aprovechando esos momentos al oficial "Zeus" le dije: "Mi alférez, creo que después del combate del día de ayer la mayoría de nuestro personal se ha replegado hacia el helipuerto ¨Tormenta” cota 1274 ¿ nosotros qué hacemos acá? tenemos que salir, no se descarta que los “monos” se reorganicen para volver con más fuerza a este mismo lugar donde por los medios probatorios que hemos encontrado como las granadas, latas de atún y plásticos de galletas, son pruebas que ellos por varios días han permanecido en esta zona; con 17 hombres permanecer así es muy peligroso", a lo que el oficial me dijo: “Si los mensajeros nuevamente regresan con el resultado negativo, no hay vuelta que dar, tendré que ordenar la retirada por el mismo lugar que ingresamos”, obviamente había mucha angustia, entonces le dije al oficial: ¨Ahora el asunto es como salir, que tal si los ”monos” nos han cerrado la salida y usted dice una retirada por el mismo camino¨; todo eso discutíamos repetidas veces, cuando alguien de sorpresa dio gritos de: ¨¡Vienen!, ¡vienen!, ¡vienen! mi alférez¨, ante el aviso, rápidamente nos pusimos de pie presagiando de la presencia del enemigo; para suerte nuestra siendo las 11:00 horas aproximadamente, logramos ver a los primeros hombres de las diferentes patrullas que se habían agrupado bajo el comando del capitán de Artillería Luís Alberto Cruz Ruiz, conocido como el seudónimo "Joel", quienes lentamente bajaban en columnas con un efectivo de 69 combatientes reunidos de diferentes patrullas dispersos en la tarde anterior, al verlos sentimos inmensa alegría, ellos cruzaron el riachuelo, siendo uno los primeros en llegar fue el aludido capitán, quien recibió un saludo efusivo del alférez; la tropa también ocupó el mismo lugar donde nos encontrábamos, además llegaron el teniente de Infantería Marco Antonio Morán González, conocido como el seudónimo “Franco”, un alférez recién egresado de la Escuela Militar de Chorrillos de tez trigueña que le decían ¨El quijadón”, también llegaron los suboficiales Juan Torres Pascacio conocido como  “Mercurio”, suboficial Daniel Haro Cayetano, conocido como “Rodolfo”, suboficial Manuel Torres Castillo, conocido como  “Calin”, suboficial Rudiary Correa Córdova, conocido como  “Marco” y otros.

Siendo las 11:15. horas terminó de arribar todo el personal, todos permanecimos sentados al borde del acantilado cerca al riachuelo. Cuando nos juntamos con el personal que bajó con el capitán Cruz en ese grupo también llegó algunos soldados de mi patrulla que se había perdido el día anterior, uno de ellos fue el soldado "Cobra" quien me dijo, "mi suboficial, ayer en la tarde, cuando se inició el combate muchos nos replegamos al lugar donde descansamos, desde ese lugar observamos a muchos hombres con casco de acero y con uniforme camuflado, están detrás de esta loma, estaban cerca de nosotros, no le hemos disparado pensando que eran los Comandos del Ejército peruano". El personal con uniforme camuflado que había visto el soldado "Cobra", con certeza era la tropa del ejército ecuatoriano y se encontraban detrás del pequeño cerro del lado Este, se encontraban muy cerca de nuestra ubicación, con esta información le sugerí al capitán "Joel" para hacer un reconocimiento al cerro del lado Este, antes que ellos ubiquen a sus fusileros y sus morteros de 60 mm. Desde el momento que ocupé la cota 1232 siempre tuve desconfianza hacía el sector del cerro circundante del flaco derecho, ante la negativa de hacer un reconocimiento, como otra alternativa le sugerí al capitán para hacer disparos con el lanzacohetes RPG y con la MAG de igual modo no me hizo caso. Todo el personal en completo desorden, confiados que los ecuatorianos se habían escapado con el rabo entre las piernas, reunidos los 86 combatientes de diferentes Companías y patrullas: 69 hombres del capitán "Joel", 14 hombres del alférez Zeus y 03 hombres de este su humilde servidor; permanecimos sentados en un terreno que había abandonado el enemigo, estábamos a la vista de todos, totalmente desprevenidos.

Finalizado la reunión cerca al acantilado, siendo las 11:40 horas, el capitán Cruz nos ordenó para ocupar el sector en forma circular, a mí me envió hacia el otro extremo, en esas circunstancias de tranquilidad le ordené al cabo SMO "Django" para que preparé el terreno cerca al acantilado para instalar el equipo de radio de Alta Frecuencia Thomson TRC 340, solo en Rad Sil, cuando estábamos en ese ajetreo de orientar la antena comenzó el ataque de las Tropas de Ecuador. Siendo las 11:45 horas en la parte alta del cerro del lado Este, dentro de inmensos árboles se escuchó el sonido característico de disparos de morteros de 60 mm., inmediatamente cayeron los primeros cuatro proyectiles a 12 metros del lugar donde me encontraba, así mismo las ráfagas de fusiles y ametralladoras comenzaron a salir de todas las direcciones, esto originó pánico total en todo el personal. El combate me sorprendió sin fusil y sin la mochila, en ese momento también lleno de pánico me arrinconé al pie de un árbol grueso que se hallaba cerca al acantilado, pero luego dije: "¿Qué hago aquí sin fusil?", entonces decidí correr hasta el otro extremo lugar donde estaba todo mi equipaje y el fusil FAL, mientras las balas del enemigo y de los nuestros cruzaban de un lado a otro, pero los inmensos árboles de todo tipo de grosor nos protegían con total eficacia de los disparos del armamento menor como los fusiles HK y ametralladoras con cartuchos de 5.56 de los ecuatorianos. En esas circunstancias de combate, rápidamente me coloqué la fornitura, la mochila, agarré mi fusil y corrí nuevamente al sector cerca al acantilado, al pie del mismo árbol me quedé parado bien adherido de espalda, pasaban los minutos me limité a mirar lo que sucedía en mis inmediaciones, no podía disparar a las posiciones del enemigo, en esas circunstancia me animé a voltear a la derecha y comencé a dar gritos hacía el cerro pensando que por confusión nos enfrentábamos con nuestras propias fuerzas con la gente del Mayor de Infantería Velit Sánchez Luís Enrique, conocido como el mayor “Wily”, dije: ¨ ¡Mayor Wily!, ¡Mayor Wily!, ¡Mayor Wily!,…somos del ejército peruano, no disparen somos del ejército peruano¨, repetidas veces grité, luego me di cuenta que estábamos siendo atacados por las tropas de Ecuador. Los fusiles ecuatorianos de calibre 5.56 mm emitían un sonido de baja intensidad en comparación con los fusiles peruanos FAL de calibre 7.62 mm, que es muy fuerte. Presumo que los soldados “monos” desde las tempranas horas nos habrían visto desprevenidos, con tiempo ubicaron y prepararon bien sus morteros, el tiro les salió perfecto, conocían perfectamente el empleo de los morteros de 60 mm, hasta ocho minutos antes del inicio de combate, todos habíamos permanecido sentados en el sector cerca al acantilado, justamente los morteristas ecuatorianos habían reglado sus tiros a este lugar, lo único que fallaron fue en la demora, porque sus disparos llegaron al mismo sitio, cuando ya nos habíamos dispersado, sino cuántas bajas nos hubiera causado, tal vez para la historia hubiera sido el lunes negro aquel 13 de febrero, de cuantos muertos hubiéramos hablado.

Siempre de pie y adherido de espalda al árbol grueso, observé a los oficiales que se encontraban tendidos en el suelo en el mismo lugar de siempre, sin equipo y sin armamento, no reaccionaron para nada; en el sector del acantilado había como quince hombres de tropa, ellos dentro del pánico disparaban sus fusiles sin disciplina de fuego al otro sector donde también estaba personal peruano, así en viceversa, no había quien dirija, todo fue un desorden total, los ecuatorianos nos había sorprendido totalmente desprevenidos por negligencia del capitán de artillería Cruz Ruiz, en esas circunstancias me acuerdo que me habían contado que algunas ametralladoras del ejército de Ecuador disparaban emitiendo un sonido tipo “canchita”, entonces al personal de tropa del sector donde me encontraba le ordené dar media vuelta y disparar hacía el cerro: ¨Allá están los “monos”¨- les dije- disparen, disparen¨, les grité, ellos así lo hicieron, dispararon todos en ráfaga, pero solo como acto intimidatorio porque a los "monos" no se les veía, estaban bajo tierra tapados con ramas de árboles, sacaban la cabeza disparaba y luego se ocultaban. Los cuatro morteristas del enemigo continuaron disparando al mismo lugar, fue incontable la cantidad de tiros que llegó al sector del acantilado, gracias a Dios el reglaje original no lo variaron para nada, en ángulo ni dirección, en cada explosión solo se veían inmensas llamaradas de fuego, las esquirlas de una de las granadas de morteros le sacó el hombro derecho y el antebrazo al Sargento 2do Inocente Vásquez, en la parte afectada se veía inmenso hueco y rápidamente comenzó a salir cantidad de sangre, así mortalmente herido caminó con dirección al riachuelo, ayudado por su fusil que le servía como un bastón, dos veces dio vivas al Perú y en seguida pedía perdón por todo lo hecho en su vida a su madre, dijo: “Por mi patria, por el Perú estoy aquí madrecita, perdóname por todo, perdóname, perdóname ¡viva el Perú!, ¡viva el Perú!", luego al ingresar dentro de unas malezas se cayó, pues sus piernas ya no tenían suficientes fuerzas, después de corto agonía expiro.

Viendo la cantidad de heridos que se incrementaba en el transcurso del combate y como no había reacción del personal de oficiales para revertir este mal momento, miré a todo lado buscando mejor abrigo que me permitiera disparar hacia el cerro del sector Este, por ende corrí en la  pendiente para ubicarme detrás de un árbol grueso que se encontraba tendido horizontalmente, en esas circunstancias en las inmediaciones cayeron cuatro granadas de morteros, las ondas de la explosión me hicieron volar hacia el acantilado dejándome sonámbulo; al ponerme de pie no recordaba nada, al recobrar los sentidos me di cuenta que mi fusil no lo había soltado para nada, en esa caída  la palanca de armar del fusil me fracturó el 5to metacarpiano de la mano izquierda, ingresando también una pequeña astilla de madera en el dorso de la misma mano. Me acomodé la mochila, sonámbulo procedí a subir para ubicarme nuevamente al pie del árbol grueso (ubicación inicial), en ese momento cayeron más granadas de morteros y sentí un golpe como si me hubiera impactado una pedrada en el omóplato (fue un golpe fuerte), luego sentí que me quemaba adentro a la altura de la tetilla izquierdo, el ardor fue tan fuerte, me desesperé, tres o cuatro veces revise mi pecho pero todo estaba bien, entonces coloqué mi mano derecha hacia el omóplato izquierdo llegando a tocar primero la sangre caliente que ya había sobrepasado mis talones, más arriba mi polo estaba roto en forma de zeta donde localicé un orificio grande por donde había ingresado esquirlas de granadas de morteros de 60 mm de diversos tamaños, si me hubiera impactado en la columna estaría invalido, si me hubiera impactado en la cabeza hubiera muerto, pero gracias a Dios solamente había perforado una zona blanda del omóplato, que en nada complicó mi curación. El árbol grueso como mudo testigo de dicho acontecimiento me cobijo aproximadamente una hora, cuando se silenciaron los fusiles, viendo que todo estaba perdido, bajé corriendo el acantilado para cruzar el riachuelo con la finalidad de realizar un contra ataque, en instantes cuatro soldado me siguieron, nuevamente la fusilería se intensificó en el sector, obligándome a correr hacia mi flanco izquierdo, salté a un pozo profundo, donde el agua me llegaba hasta la garganta, atrás mío también saltaron cuatro soldados, con ellos estuve metido en el pozo muy asustados y sangrando por un lapso de quince minutos; en esos momentos una bala impactó en una de las piedras que nos protegía, casi a medio metro y se desvió originando un "silbido", ese disparo aún más nos asustó, pensando estar rodeados por el enemigo, por instantes  a fin de no delatar mi grado en caso de caer prisionero de guerra intenté arrojar mi cámara fotográfica con su estuche, donde también tenía mil ochocientos nuevos soles (S/ 1,800.00), carnet de identidad personal (CIP), tres rollos con tomas fotográficas y pilas de repuesto, pero no lo hice, gracias a Dios los minutos pasaron y todo se normalizó. Cuando se terminó los disparos, procedimos a salir del pozo para reunir a todos los heridos que podían caminar; hallé entre los arbustos el cadáver del sargento 2do moyobambino de nacimiento Inocente Nicolás Vásquez Gonzales en posición de cubito ventral y con la cabeza con dirección al riachuelo, sus pies se encontraban enganchados entre las malezas, lo arrastré unos metros abajo a un lugar despejado donde lo dejé en posición horizontal boca arriba, le coloqué su fusil sobre su pecho; mientras me encontraba en estos ajetreos el personal de oficiales y suboficiales aún permanecían en sus cubiertas y abrigos en la posición de cuerpo a tierra, entonces procedí la retirada con todos los heridos presentes que en total sumaban 27, entre clases y soldados.

La mayoría de los heridos se encontraban bajo mi comando, logrando salir de la zona de peligro nuevamente pasamos por el mismo lugar donde me había enfrentado con los “monos con el camuflaje Guillie” en la tarde anterior, unos metros más arriba le encontré al Teniente de Infantería Edwin Ramírez García (Marcelo) y un suboficial enfermero, quien apenas tenía su bolsón de primeros auxilios con pocos medicamentos, el enfermero al ver a tantos heridos no supo ni que hacer, la tropa en su mayoría se quejaba de mucho dolor, solo unos cuantos recibieron atención de emergencia, en ese momento el teniente me dijo:  “Diego, ya estas jodido, como el más antiguo procede a sacar a todos los heridos con destino al PCA ubicado en el helipuerto Tormenta”, se contó  en total 27 heridos de Tropa los mismos que presentaban diversas heridas en el cuerpo por esquirlas de granadas de morteros, pero después los heridos se incrementaron aún más, inclusive el suboficial de 1ra enfermero militar Juan Torres Pascasio, conocido con el seudónimo de “Mercurio” había recibido un balazo en la pierna, a él lo sacaron con mucha dificultad; este suboficial actualmente se encuentra en el Cuerpo General de Inválidos del Ejército, (CGI).

Finalizado el combate a pesar del intenso dolor en mi axila izquierda y con el brazo totalmente “muerto”, en las inmediaciones del riachuelo reuní al personal de heridos que podían caminar, con ellos salí ayudándonos unos a otros. En la subida hemos “rampado”, de pozo en pozo para ocultarnos de la vista y fuego del enemigo, pero aun así los "monos" nos dispararon aproximadamente 10 minutos, a lo que el personal estando herido les respondió con decisión y valor; en si no sabíamos si la retirada era buena, pero nosotros seguíamos saliendo, en ese momento sentía un dolor intenso en mi axila izquierdo y todo mi brazo estaba como anestesiado, la sangre seguía saliendo, instantes que cuando padecía para subir de un pozo un soldado me dice "mi suboficial le ayudo con llevar su fusil", se la entregué, pero cuando llegamos al lugar donde estaba el teniente "Marcelo" me dice "mi suboficial me olvidé su fusil abajo", entre mi dije ¿ahora, que hago sin fusil?, yo no sabía dónde lo había dejado, cuando le dije para regresar los dos este soldado se armó de valor y me dijo: "Mi suboficial yo soy responsable y se fue corriendo y lo trajo, sin novedad", pero de todas maneras me asusté. Saliendo desde la zona de combate hasta el lugar donde se encontraba el teniente Edwin Ramírez García, es una ligera subida por donde baja un riachuelo que presenta pozos profundos de manera escalonado, en ese trayecto encontramos una camisa camuflada ensangrentada, un chaleco verde de buena calidad, una cinta de ametralladora de calibre 5.55 mm y otros objetos más abandonados por las tropas del ejército ecuatoriano; la tropa nuestra no lo desperdició, se lo llevaron como recuerdo, mientras yo no le di la debida importancia, el personal de tropa se lo llevó el chaleco, un poncho camuflado, la cinta de la ametralladora de pedazo en pedazo se repartieron. A mi retorno, estando en el Puesto de Vigilancia N° 1 al ver que algunos tenían sus recuerdos de Guerra, recién se me prendió el "foco", en ese momento entre mi dije, tengo que llevar algo como recuerdo; por ende, caminado entre la tropa por ahí conseguí un poncho de jebe camuflado, pequeña cinta de ametralladora de calibre 5.55, cuerdas y otros, ya estando en el cuartel "El Milagros" de la 5ta División de infantería de Selva en Bagua, viendo que un sargento del Batallón de Comandos "Comandante Espinar" N° 19 había traído un chaleco de la tropa de Ecuador, en ese momento después de observarlo detenidamente me lo acerqué y le dije "yo he dejado un chaleco idéntico en las inmediaciones del riachuelo en la cota 1232, lamento haberlo dejado, la que tienes vendérmelo para tenerlo como recuerdo", el sargento que se encontraba sin plata en el acto me lo vendió, ese chaleco lo tengo hasta la fecha. 

Por voluntario casi perdí la vida.- En la tarde del domingo 5 de febrero en las instalaciones de la Base Contrasubversiva del distrito de Yurimaguas, cuando organizaron las patrullas de combate de la Companía "C", el Técnico de 3ra OC Cornejo Cuelles Hildebrando, conocido con el seudónimo  “Hernando” aducía tener múltiples problemas familiares y con esos argumentos se negó participar en el conflicto con Ecuador, en ese momento yo me ofrecí como voluntario y lo reemplacé por obligación moral para no abandonar a la Tropa de la Base Contrasubversiva del distrito de Pelejo que en su totalidad estaban nombrados para ir al Valle del Cenepa, pero luego estando adentro “enganchado” con el enemigo lo lamenté mucho, sobre todo durante las noches, es decir me arrepentí de todo. El día 13 de febrero de 1995 casi perdí la vida.